miércoles, 12 de diciembre de 2012

El que esté libre de pecado

Una vez tuve una larga discusión cuyos detalles no recuerdo con los miembros de una secta muy popular a los que cansé con mis argumentos. Pero gracias a aquella discusión aprendí muchas cosas. Una de sus preguntas era, ¿crees que Dios nos creó para sufrir y morir? Claro que ellos piensan que Dios va a restablecer el jardín del Edén, sólo para los suyos. Yo me pregunté, ¿por qué Dios no nos creó directamente en el Cielo? Si ya había creado los celestiales ángeles, ¿para qué crear seres de barro? Entonces pensé en la realidad de la naturaleza, y en que no existe nada semejante a seres luminosos inmaculados, sino que toda la maravilla de la vida está hecha de seres mortales y frágiles que triunfan o sucumben, que padecen y disfrutan. Cualquiera puede apreciar lo única que es la vida, precisamente porque se acaba. Dios ha creado seres que tienen la capacidad de sufrir y pecar, pero es la misma capacidad que tienen de disfrutar y ser justos. De una piedra se puede tallar un diamante, o arrojarla a la cabeza de otro. La piedra tiene las mejores posibilidades, si no las tuviera, no tendría valor. Pero eso es lo que tienen los grandes dones, que son ambivalentes y pueden ser mal usados. Sé que todo esto ya lo dijo algún sabio de la antigüedad, pero yo también lo pienso.

Dios no nos hizo pecadores, nos hizo de carne y barro, y la carne es frágil, y esto no tiene solución. Por más que nos levantemos, volveremos, volveremos a caer. Eso no significa que el pecado sea obligatorio, ni que gracias al pecado conseguimos la salvación. El pecado no es obligatorio, es inevitable. Cuando Dios se hizo hombre, tuvo su momento de debilidad y duda, prueba de que era enteramente humano. Las almas más perfectas tienen sus caídas, y nos sostiene la debilidad de Dios. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. No repitas lo que dice la ley, mira en tu corazón y dime, ¿estás libre de pecado? No, claro que no. No hay más juez que tú mismo, y tú te acusas. Así que, primero, compadécete de tu semejante que ha fallado; y segundo, ¿qué vas a hacer con tu culpa? Pero, ¿culpa de qué?

Ser el juez de uno mismo no es torturarse con la culpa, culpa de haber causado daño (¿a cuántos hemos crucificado?) culpa de habernos traicionado a nosotros mismos. Ah, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Creo que nuestra vida es el camino de la Cruz a la Resurrección, porque Dios no nos ahorra la cruz, pero sabemos que después siempre viene la resurrección… Y volvemos otra vez a la cruz, y otra vez a la resurrección… Tenemos la capacidad de matar y la de dar la vida por los demás. Aunque no seamos capaces de dejar enteramente atrás la debilidad, podemos recorrer un camino de salvación. No llegaremos nunca a una meta, pero el camino, el camino, la vida, es lo que cuenta. Somos algo que se está haciendo. Hagámoslo bien.

En este camino estamos. De la piedra al diamante y del diamante a la piedra, esto es la carne, el barro, la vida. Y no puede ser de otra manera. Lo importante es darse cuenta de ello, y ver que tiene un sentido. El sentido no es aceptar pasivamente el dolor, y mucho menos esperar una futura gloria que lo compense todo; el sentido es la aceptación de lo que no podemos cambiar (y la lucha contra lo que sí podemos cambiar) y el inmenso consuelo de no estar solo.

5 comentarios:

  1. "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí" (Romanos 7)

    Lo que Pablo dice, tú lo recreas con maestría (y mucha menos dureza. De algo nos sirvieron estos 2000 años de pecado).
    Un placer pasar por aquí
    Saludos

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    Respuestas
    1. Muy agradecida por vuestros comentarios. Por desgracia, dejé este blog abandonado, por imprevistos de la vida. Pero me hace muy feliz ver que ha llegado a alguien. ¡Gracias!

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  2. Qué belleza de reflexión.

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  3. También yo he llegado por casualidad y no puedes hacerte una idea de lo que disfruto y del bien que me hace. Adelante...sigue. No te detengas por favor...

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