Simplificamos con la palabra
“religión” un conjunto de fenómenos que abarcan facetas muy variadas de la
vida. A veces podría pensarse que están desconectadas, pero no es así. La
vertiente de “amor al prójimo” es la más visible, porque se manifiesta a través
de hechos; la vertiente de “vida interior” es por lógica más oculta, pero no es
independiente: de hecho es el principio, el origen de toda religión, sin
motivación personal no se ponen en marcha esas acciones que nos llevan a los
demás. Además de que la vida interior es una necesidad profunda para el ser
humano; verdad conocida por todas las religiones, que incluyen alguna forma de
mística. Realmente, es la mística aquello que más acerca a todas las
religiones, por distantes que parezcan, porque la mística es la esencia misma
de la espiritualidad y de la humanidad. Su lenguaje acaba pareciéndose porque
sólo hay un tema, al que todos llegan.
La mística es la meta de cualquier
persona espiritual, no el privilegio de unos pocos. Es cierto que algunos han
llegado muy lejos en ese camino, y han dejado escritas palabras que lo
demuestran. Irónicamente, todos ellos dicen que aquello de lo que hablan no se
puede expresar con palabras; es cierto, esos libros son barcas que conducen a
la otra orilla, son sólo instrumentos que pueden cumplir su función, depende de
como los uses. Pero para los pobres náufragos es mejor tener una barca que no
tener nada, con suerte puede llegar a otearse la costa lejana. Al menos se
intuye el tesoro que aguarda, al menos se hace camino.
El camino es el de la persona hasta
Dios. La persona no está separada de Dios, porque su alma es Dios mismo, pero
la persona es incapaz de percibir esto porque su mente es compleja y difícil de
gobernar, y a menudo la pierde por laberintos de ideas. La mística nos dice que
pongamos las ideas en el lugar que les corresponde, y abramos nuestra mente a
la realidad universal, para que comprobemos que nosotros somos el universo y
somos Dios. Las palabras que he usado resultan desconcertantes y posiblemente
provocativas, pero ya he dicho que la mística no se aviene demasiado con las
palabras, que son tan pobres para hablar de estos temas. Más de un místico dijo
que era Dios y lo mataron. Otros místicos no hablan de Dios porque no existe
como concepto en su cultura, pero se trata de lo mismo. La cuestión es que el
ser humano aspira al Todo y no puede conformarse con un poco de Todo, o un poco
de Absoluto, sino que tiene que ser todo-Todo. Al final el místico comprende
que no puede llenarse del Todo, sino que debe fundirse en él, y por tanto ser
nada, y así alcanzar a serlo Todo (las palabras siguen quedándose cortas). El
fundimiento no es un proceso fácil, es el vaciamiento, la kenosis. Realmente se
ha de creer que existe una naturaleza superior a la nuestra personal, una que
puede guiarnos porque “sabe lo que debe hacer”. Una razón para fiarse es que
otros lo han experimentado. Por tanto, es una buena idea seguir sus huellas.