Que se salve
por la fe sin obras
Que se halle
sólo en amor
Que no haga
nada por Dios
Que no deje de
hacer nada por Dios
A la que no se
le pueda enseñar nada
A la que no se
le pueda quitar nada
Ni dar nada
Y que no tenga
voluntad
Este alma se siente tan poca cosa,
tan humilde y pequeña, que sencillamente desaparece, por lo que no puede ser hallada.
Este alma ya no decide por sí misma,
por sí misma no hace nada, pero la fe la ha llenado de amor, que es el que
actúa por ella, por eso esta alma no tiene mérito alguno por nada que haga.
Este alma se halla dentro de amor, no
amor dentro de ella, esto significa que no hay nada en el mundo, nada que la
separe un ápice de aquello que ama.
Este alma está tan perdida de sí
misma, ha anulado tanto su yo, que por sí misma no hace nada, ni por ella, ni
por Dios, ni por nadie. Esto sólo significa que ella es el instrumento de Dios,
que lo hace todo por ella; es capaz de hacer todo lo que Dios sea capaz de
hacer por medio de ella, es decir, es capaz de hacerlo todo.
Este alma está fundida con el Todo,
¿qué le puede quedar por saber?
Este alma se ha perdido a sí misma,
no hay nada en este mundo que no dejara perder gustosamente. Pero si tiene el
Todo a su alcance, ¿qué se le puede dar que no tenga ya?
Si este alma tuviera voluntad,
estaría dividida entre su voluntad y Dios, y ya no estaría en la paz de la
unidad. Por eso ha entregado su voluntad y es como una flecha lanzada que vuela
derecha en la dirección que debe, sin dudas, sin arrepentimiento, afilada y
rápida, única y libre.