XIII Razón: Lo mejor que
yo sabría aconsejar es que se deseen el desprecio, la pobreza y todo tipo de
tribulaciones, misas y sermones, ayunos y oraciones, que se desee soberanamente
el paraíso y se tenga miedo al infierno, que se rehúsen cualquier tipo de
honor, las cosas temporales y todos los placeres, negándole a Naturaleza lo que
pide, a excepción de aquello sin lo cual no podría vivir, siguiendo el ejemplo
del sufrimiento y pasión de nuestro Señor Jesucristo.
Razón tiene
razón, y no es un mal propósito la imitación de Cristo, pero Razón es cuadriculada, y en lugar de
profundizar en su corazón, se traza un cuadro de objetivos a seguir que le
parecen los rasgos principales de la vida de Jesús. Rasgos de humildad, lo cual
no está mal, pero también añadidos mucho más convencionales, como las misas y
los sermones, o el infantil dualismo de cielo e infierno como premio y castigo.
Es la típica mentalidad de esfuerzo y recompensa: yo soy bueno, me esfuerzo en
cumplir todos los retos que se me piden, y a cambio espero la recompensa de mi
salvación. Por supuesto, esto exige una infraestructura, una entidad bien
organizada que se encargue de gestionar la salvación y la vaya dispensando a
los esforzados que se la merezcan.
No es un mal propósito una vida
virtuosa, humilde y entregada, y de hecho Amor
dice que no la desea ni la desprecia, y ahí está la clave. Para Amor no es un objetivo, no es una
transacción de economía espiritual, por eso simplemente se sumerge en ella, y
se deja llevar por Naturaleza, no entendida como la parte más vil del ser
humano, sino como el Camino, la Vía espontánea y natural que siempre sabe qué
es lo correcto. Este libro no se pone en contra de todas las acciones que se
llevan a cabo en bien del prójimo; es el viejo dilema de la fe o las obras. Un
ritualismo mecánico y vacío quizá proporcione algún servicio al necesitado,
pero la verdadera transformación de las relaciones humanas sólo puede provenir
del desprendimiento y la bondad espontánea, no artificial. Por eso este libro
dice que la persona auténtica no necesita misas ni sermones, no necesita
intermediarios… Ya sabemos lo que eso significa.