domingo, 30 de junio de 2013

El espejo de las almas simples: Santa Iglesia la Grande


XIX ...y se apaciguarán cuantos se sienten turbados al oír este libro. Pues, si lo oyera leer, toda la Santa Iglesia se maravillaría.

Es verdad —dice Amor— para Santa Iglesia la Pequeña, que está bajo el imperio de Razón. Pero no lo es para Santa Iglesia la Grande —dice Divino Amor—, que se halla bajo nuestro gobierno.

XLIII Queremos decir —dice Santa Iglesia— que tales almas están en vida por encima de nosotras, pues Amor habita en ellas, y Razón en nosotras; pero eso no va en contra de nosotras —dice Santa Iglesia la Pequeña—, sino que al contrario las saludamos y loamos por ello con la glosa de nuestras Escrituras.

Este libro turba al ser leído, y turbó tanto que no dejaron de quemarlo una y otra vez, y todo por haber dicho que por encima de la Iglesia establecida hay una Iglesia espontánea y libre formada por todas aquellas almas esclarecidas cuya simple presencia ilumina el mundo. Y no dice nada negativo de la Iglesia institucional, que en el libro afirma que no son dos entidades enfrentadas. Una cumple su función de la forma más básica, más tradicional, se encarga de los ritos y las palabras que son muy dignos de respeto. Pero sus estrechos muros no pueden contener el aliento del espíritu, porque ninguna creación humana puede contenerlo. Más allá de esta Iglesia pequeña, no al margen ni en contra, sino avanzando mucho más en el camino, sin freno y sin límites, hay una Iglesia grande que es realmente la que encarna el cuerpo de Cristo en el mundo. Nadie sabe su tamaño ni si crece o desaparece, pero seguro que existe, aunque cueste tanto verla, porque está hecha de los elementos más simples, más corrientes de la humanidad, como aquellos vagabundos harapientos que pisoteaban los caminos de Palestina viviendo una vida diferente, en los que ningún historiador se fijó en su momento. Santa Iglesia la Grande amenaza con la libertad, y este es un desafío que no todos entienden.